Sobre la paciencia

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«El agricultor no excava desesperado la tierra en busca de la semilla que dejó allí, sino que se aleja de ella sabiendo que debe haber un tiempo de separación para que la semilla florezca a su ritmo. El pescador no abandona el mar para siempre solo porque un determinado día no pesque ningún pez. Sabe que solo puede hacer una cosa: volver al día siguiente. La paciencia es atención a la singularidad y a la oportunidad de cada momento, plenamente conscientes de que la existencia se construye con materiales muy diversos: piezas de diferente origen, recuerdos heterogéneos, fragmentos de esto y aquello, caligrafías inequívocas, huellas que continúan lado a lado pero visiblemente desiguales, etc. Nuestra unidad personal y nuestra comunión con los demás solo pueden realizarse en el encuentro inesperado de lo diverso; a través de un largo proceso de escucha, disponibilidad, reconocimiento afectivo, negociación y, finalmente, encuentro. La mayor parte del tiempo habitamos lo inacabado. La paciencia es, si se quiere, el arte de acogerlo y,  a partir de ahí, de realizar un trabajo de incesante resignificación (que como sabemos, es, en gran medida, una obra de reconciliación).

El escritor italiano Giacomo Leopardi nos recordó, no sin un ápice de humor, que “la paciencia es la más heroica de las virtudes, precisamente por que carece de toda apariencia de heroísmo” . También aprecio un vestigio de humor en el hecho de que el término griego para paciencia, makrothymia, describa fundamentalmente una forma de respirar. La paciencia es respiración profunda, distendida y abierta. Lo contrario de nuestra respiración jadeante y férrea. Tal vez lo único que tenemos que hacer sea eso, respirar mejor; y aspirar así el perfume del instante.»

fragmento del libro «La mística del instante» de José Tolentino Mendoça