Comparto este bello fragmento de Malidoma Somé, extraído de su libro “De agua y espíritu”
Nacido en el Alto Volta (ahora Burkina Faso) en la tribu dagara, pasó en contra de su voluntad y de su familia 15 años en un internado jesuita. Cuando pudo regresar a su poblado cargaba con un gran resentimiento y no recordaba su lengua materna ni las costumbres de su tribu.
“Más tarde me enteré de que Nyangoli era el hijo de mi “madre varón”, es decir, el hijo del hermano de mi madre, mi tío. Guisso, como se llamaba mi tío, era un hombre de carácter tranquilo que, durante semanas, vino a casa cada mañana a sentarse conmigo con tanta tranquilidad como si yo fuese su propio hijo. Me pregunté en qué pensaba todas esta gente, y por qué desperdiciaban su tiempo conmigo, pero carecí de respuesta hasta que no volví a aprender mi lengua materna. Cuando llegó ese día, comprendí que la pacificación de mi cólera era una tarea asignada a mi “madre varón”. Tras mi ordalía debía ser suavizado, serenado y sentirme apoyado. Un padre no podía proporcionar todo eso a su hijo, sobre todo cuando ya existía un problema grave entre ellos. Existe una necesidad natural de transferir referencias. No sé cómo explicarlo en términos occidentales. Es como si el padre debiera, en cierto momento, desvanecerse para que el hijo sobreviva, y ahí es donde la madre varón entra en escena. Lo femenino en el varón -la madre en el hombre- es una energía que puede despertarse solo por parte de un varón asociado a la madre. La madre varón viene a considerarse como alguien que “lleva agua”, la energía de paz, calma, reconciliación y sanación. ”